martes, 13 de noviembre de 2007

luces y tapices de la(s) urbe(s)

Voy camino de casa, y cada tres cruces de calles hay farolas encendidas, los demás están a oscuras. Es curioso sentir la ciudad a oscuras. Edimburgo según Eva tiene la iluminación que precisaría Jack el Destripador para volverse a hacer famoso, y sin embargo, la ausencia de este brillo anaranjado que parece niebla colorida es muy notable hoy.

Entonces me pregunto, cuándo comenzó el alumbrado público, cuándo se extendió de forma masiva, cuántas generaciones llevamos viviendo la noche con luz artificial, y especialmente en la actual intensidad (contaminación lumínica añadida)...

Y mi mente brinca a una conversación cercana en el tiempo, y cuándo nos hemos acostumbrado a que las hojas del suelo urbano no se las lleve el caminar de los meses, y los quehaceres de su gente, (y sus escobas para llevarlas a sus composteras, a sus chimeneas, a sus...), sino que se las lleven "nuevas tecnologías" (sopladoras en el caso de Madrid). De eso realmente hace muy poco, ¿verdad? Pues hoy agradezco que en esta ciudad no las hayan retirado, porque es el elemento que me permite ver los colores del otoño aquí, donde el intenso viento ha despojado ya a los árboles caducifolios de ellas.

¿Qué otras cosas/sistemas/creencias/hábitos/etc. nos alejan de vivir las estaciones en la ciudad? (además del cambio climático con el que nosotras mismas como especie estamos alejándonos en todos los lugares de la forma en la que hemos vivido hasta ahora)

Abro el debate en este espacio, y aprovecho para comentar la convocatoria de Ecologistas en Acción del 15 de noviembre de apagar la luz de 20 a 20.05 allá, coincidiendo con la celebración de la reunión en Valencia del IPPC y la presentación del IV Informe de Evaluación de la situación.

Un abrazo a oscuras

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